domingo, 29 de abril de 2012

Qué duro



Los dirigentes provinciales del PP andan apesadumbrados por las esquinas, intentando convencerse los unos a los otros de que lo que está haciendo el Gobierno de Rajoy no es sino la consecuencia del signo de los tiempos que nos ha tocado vivir y que esto es lo que hay. Sin embargo, cuesta ver en sus caras, en sus declaraciones, esa impronta del que se sabe en posesión de la verdad. Lo están pasando mal, muy mal y se les nota.

Qué duro tiene que ser quedarse en casa y no salir a manifestarse en defensa de la sanidad y la educación pública. Qué trago más amargo tener que defender que tienen que aumentar los alumnos por clase, subir las tasas universitarias o despedir profesores. Qué mal les debe de estar sentando; especialmente cuando los socialistas estamos exponiendo que existen otras soluciones, que hay otras alternativas para no tener que tomar estas medidas. Pero mira, son disciplinados y callan aunque sus gestos les delaten.

Qué violento tiene que resultar explicar una reforma laboral que plantea despidos a precio de saldo, fulmina todos los derechos de los trabajadores y que creará más recesión y más paro. Un disparate, pensará más de uno en el PP. Y yo lo entiendo, es humano perder la fe en los tuyos ante tanta injusticia, sobre todo cuando estas medidas han venido precedidas de subidas de impuestos brutales a los que menos tienen. Y encima, a Rajoy se le ocurre aprobar una amnistía fiscal para los grandes defraudadores. Cuánto han de aguantar los mandatarios del PP y cuánto más habrán de callar si Rajoy no deja en paz la tijera.

Qué cruel ha de ser defender que los pensionistas paguen por sus medicinas, que los mayores de 26 años que no hayan cotizado –porque han estado estudiando- o mujeres separadas que no hayan trabajado se queden sin Seguridad Social, salvo que acrediten que no tienen un duro. Qué inhumano debe de ser salir a la calle para contar que todos los ciudadanos –incluidos los pensionistas- tendrán que pagar por cosas que hasta ahora no pagaban si las necesitaban, como las prótesis externas (collarines, férulas, muletas, sillas de ruedas, etc.) o por el transporte sanitario no urgente.

Qué difícil, y qué responsabilidad más grande decirles a todos los almerienses que “ningún alcalde en su sano juicio frenaría el soterramiento” y poner poco tiempo después la rodilla en tierra a la menor de cambio, sin haber peleado ante el Gobierno por este proyecto y por todos los ciudadanos que creyeron alguna vez que esta ciudad, por fin, se enganchaba al futuro. Pero claro, como dijo recientemente un dirigente del PP “ahora que ya no estamos en campaña hay que decir la verdad”, y eso es doloroso cuando se ha engañado tanto y a tanta gente en poco más de cuatro meses, que se dice pronto.

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