La verdad termina por salir a la luz y unas pocas semanas han sido suficientes para demostrar lo que muchos sospechábamos: que las prisas que tenía el Partido Popular por llegar al poder para ponerse a ‘arreglar’ –según decían– la economía del país no eran más que puro teatro.
Durante la primera mitad de este 2011, asistimos a una vistosa obra teatral en la que todo eran prisas electorales por parte de aquellos que estaban en la oposición. Primero había que convocar elecciones cuanto antes y, una vez ganadas, llegaron a plantear la necesidad de adelantar los plazos legales para que la toma de posesión del nuevo Gobierno fuese inmediata, para así poder actuar cuanto antes y arreglar los problemas.
Como por arte de magia, ahora que el partido de Rajoy ha conseguido lo que quería –el poder–, las prisas han desaparecido. Una vez que han sido nombrados los ministros, el Partido Popular ha decidido que ya no es tan urgente actuar, que van a ir poco a poco. Y como muestra de esa desidia, podemos analizar la parsimonia con la que están cambiando a los cargos públicos, sin prisas. La semana pasada, el Consejo de Ministros aprobó el relevo de apenas 8 de las 24 Secretarías de Estado. Y con el nuevo goteo de ayer, confirmamos que ya no tienen prisas.
Tampoco parece que ahora sea urgente ponerse a trabajar para ‘arreglar’ todo lo que creían que debía ser ‘arreglado’. Las medidas urgentísimas que, en campaña, dijo Rajoy que había que tomar se van a dejar para después de las elecciones andaluzas, aunque sí han adoptado algunas como la congelación del Salario Mínimo Interprofesional, todo un aviso a navegantes sobre las intenciones de la derecha. Ellos no tocarán la hucha de los poderosos o de los que se han llenado los bolsillos durante los años de bonanza: serán los derechos de los débiles y de los trabajadores los que más sufran en esta legislatura.
Detrás de las pocas prisas que ahora tiene el Gobierno de España no se esconde, sin embargo, la pereza de Rajoy –que ya saben que la tiene–, sino una estrategia calculada al milímetro para echar una mano a ese Javier Arenas que, después de 30 años en la arena política, se juega su última oportunidad, como el platanito, en las próximas elecciones autonómicas.
Como ya hicieran en la campaña electoral, los ‘populares’ jugarán con la crisis otra vez para lograr sus objetivos de partido. Hasta que pasen las autonómicas, Rajoy seguirá con las manos en los bolsillos, y sus ministros y ministras afilando las tijeras fuera de la vista de la gente. El propio Gobierno ha admitido que los primeros recortes, anunciados esta semana, son poca cosa si se comparan con los que llegarán en marzo. Pero hasta entonces, ni una pista más.
La varita mágica que tenía el partido de Rajoy para arreglar la economía se les ha perdido en el traslado de la oposición al Gobierno. Los 3,5 millones de empleos que “aspiraban a crear” se han desintegrado tras las elecciones, como la figura de Gonzalez Pons, que fue el que los anunciara. En fin, que ahora que se la juega Arenas en Andalucía ya no tienen prisa en hacer lo que decían que había que hacer para ayudar a España y a los españoles. Así son y así los vamos a sufrir.
Durante la primera mitad de este 2011, asistimos a una vistosa obra teatral en la que todo eran prisas electorales por parte de aquellos que estaban en la oposición. Primero había que convocar elecciones cuanto antes y, una vez ganadas, llegaron a plantear la necesidad de adelantar los plazos legales para que la toma de posesión del nuevo Gobierno fuese inmediata, para así poder actuar cuanto antes y arreglar los problemas.
Como por arte de magia, ahora que el partido de Rajoy ha conseguido lo que quería –el poder–, las prisas han desaparecido. Una vez que han sido nombrados los ministros, el Partido Popular ha decidido que ya no es tan urgente actuar, que van a ir poco a poco. Y como muestra de esa desidia, podemos analizar la parsimonia con la que están cambiando a los cargos públicos, sin prisas. La semana pasada, el Consejo de Ministros aprobó el relevo de apenas 8 de las 24 Secretarías de Estado. Y con el nuevo goteo de ayer, confirmamos que ya no tienen prisas.
Tampoco parece que ahora sea urgente ponerse a trabajar para ‘arreglar’ todo lo que creían que debía ser ‘arreglado’. Las medidas urgentísimas que, en campaña, dijo Rajoy que había que tomar se van a dejar para después de las elecciones andaluzas, aunque sí han adoptado algunas como la congelación del Salario Mínimo Interprofesional, todo un aviso a navegantes sobre las intenciones de la derecha. Ellos no tocarán la hucha de los poderosos o de los que se han llenado los bolsillos durante los años de bonanza: serán los derechos de los débiles y de los trabajadores los que más sufran en esta legislatura.
Detrás de las pocas prisas que ahora tiene el Gobierno de España no se esconde, sin embargo, la pereza de Rajoy –que ya saben que la tiene–, sino una estrategia calculada al milímetro para echar una mano a ese Javier Arenas que, después de 30 años en la arena política, se juega su última oportunidad, como el platanito, en las próximas elecciones autonómicas.
Como ya hicieran en la campaña electoral, los ‘populares’ jugarán con la crisis otra vez para lograr sus objetivos de partido. Hasta que pasen las autonómicas, Rajoy seguirá con las manos en los bolsillos, y sus ministros y ministras afilando las tijeras fuera de la vista de la gente. El propio Gobierno ha admitido que los primeros recortes, anunciados esta semana, son poca cosa si se comparan con los que llegarán en marzo. Pero hasta entonces, ni una pista más.
La varita mágica que tenía el partido de Rajoy para arreglar la economía se les ha perdido en el traslado de la oposición al Gobierno. Los 3,5 millones de empleos que “aspiraban a crear” se han desintegrado tras las elecciones, como la figura de Gonzalez Pons, que fue el que los anunciara. En fin, que ahora que se la juega Arenas en Andalucía ya no tienen prisa en hacer lo que decían que había que hacer para ayudar a España y a los españoles. Así son y así los vamos a sufrir.
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