Si hay algo que caracteriza al presidente Rajoy y a sus ministros es que les gusta más soltar la lengua que dar la cara. Tenemos ejemplos recientes que se acumulan a medida que transcurren las semanas de este poco fiable gobierno de la derecha. Es un rasgo que comparten personajes populares como el eterno aspirante Javier Arenas.
Europa y España se pasaron meses exigiendo a Rajoy la presentación inmediata de los presupuestos generales del Estado. No lo quiso hacer hasta pasadas las elecciones andaluzas y eso tuvo su coste para la imagen e intereses económicos españoles. Cuando finalmente los presentó, consiguió soliviantar a todos ante unos hachazos presupuestarios difícilmente justificables por la crisis. El ejecutivo de Rajoy ha optado, entre otras cosas, por machacar a las clases medias trabajadoras, para que sean éstas las que soporten el peso de la crisis, mientras que se perdona a los que defraudan.
Y así sigue el señor Rajoy, al que todo lo anterior le pareció poco y a los cuatros días anuncio un recorte adicional de diez mil millones en la sanidad y la educación públicas. Justo lo que juraban que no tocarían nunca. Tan difícil debía resultarle dar una explicación a sus decisiones que el pasado martes prefirió esquivar a los periodistas que le aguardaban a las puertas del Senado y salir a la calle por la puerta de atrás. Era un día de desplome de la Bolsa y alza de la prima de riesgo. Los periodistas y los ciudadanos esperábamos del presidente una valoración, un mensaje de confianza. No dio la cara.
Otro que no da la cara es, como queda dicho, el señor Arenas. Antes del 25M se dedicó a poner en duda la solvencia económica del Gobierno andaluz. En esa estrategia formaba parte de un coro dirigido por Antonio Beteta, el secretario de Estado de Administraciones Públicas. Todo valía entonces con tal de arañar algunos votos más.
Cuando los Presupuestos del Estado vieron finalmente la luz, Arenas prefirió mirar para otro lado. No tenía nada que decir al hecho de que el Gobierno había incumplido de forma flagrante lo establecido en el Estatuto de Autonomía de Andalucía en cuanto a financiación. Esos presupuestos se han cargado el principio constitucional de proporcionalidad en la aportación del Estado al gasto de las autonomías. Rajoy nos ha quitado a los andaluces 3,2 puntos sobre la aportación debida. Y eso son muchos millones de euros, son personas que se quedan sin recibir ayudas y prestaciones, es aumentar las dificultades de vida y supervivencia de muchas familias andaluzas. Lo más inmediato, siguiendo en esta línea, son los 70 millones de euros que Andalucía dejará de recibir para atender a los beneficiarios de la Ley de Dependencia. Con este recorte, la Ley de Dependencia queda mutilada gravemente porque se suprime una de las vías de financiación.
Bueno, pues ante este estado de cosas, el eterno líder popular andaluz no tiene nada que decir. Le puede más su lealtad partidista que su compromiso con los andaluces a los que prometió defender. Y estoy seguro de que así seguirá durante los próximos cuatro años. Arenas sigue instalado en la trinchera ideológica y será uno más de los dirigentes del PP que van a tratar de asfixiar al nuevo gobierno de Griñán. Arenas sabe, pero parece no importarle, que detrás de los números están las personas, están los derechos constitucionales y las vías para recuperar el progreso económico.
El partido de Rajoy enarbola el lema de la transparencia y la austeridad como un mantra universal. Sólo que aplica también el cínico principio de “haz lo que digo y no lo que hago”. Andalucía ha tenido y seguirá teniendo un Gobierno responsable, implicado en la protección de sus ciudadanos. No se puede decir lo mismo de otras comunidades regidas por la derecha, donde el derroche ha formado parte de un estilo de hacer política.
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