El presidente del Gobierno ha resumido su primer año en La Moncloa con una frase que quedará para la posteridad. “Las medidas que estamos tomando hacen daño a la gente”, reconoció ante la prensa, en una comparecencia a principios de semana. Una frase difícil de escuchar por boca de un presidente del Gobierno y que ni siquiera la oposición habría podido formular mejor.
Cierto es que, a renglón seguido, el señor Rajoy añadió que esas medidas, aunque estaban haciendo daño a la gente, eran “imprescindibles”. Y me pregunto: ¿imprescindibles para qué?
Quizá si la realidad de España fuera otra, podríamos aceptar como un mal necesario los gravísimos ataques al Estado del Bienestar que se han producido en el último año. Sin embargo, lamento decir que nada hemos ganado –y nada vamos a ganar– con las “medidas que hacen daño a la gente” del señor Rajoy.
Gracias a esas medidas, en un año España ha pasado de tener una economía en crecimiento a hundirse en la recesión. El déficit del Estado, que en septiembre de 2011 era de 37 millones, con Rajoy ha aumentado hasta los 46 millones. Cuando el PP llegó al Gobierno, la deuda pública representaba el 69% del PIB y a estas alturas ya ha escalado hasta el 76%. Hoy tenemos la mayor tasa de paro de la serie histórica (más de un 25%), con 5,7 millones de parados, medio millón más que hace doce meses. Por último, la prima de riesgo, que estaba en 345 puntos, con Rajoy ‘el pacificador de los mercados’ ha llegado a situarse en algún momento en 630.
Ante este panorama, resulta evidente que las medidas que nos han intentado vender como “imprescindibles”, en verdad no lo son. Lo que sí es verdad es que están dañando, y mucho, a mucha gente.
Las medidas de Rajoy están haciendo daño, por ejemplo, a los usuarios del sistema público de salud, que ahora tienen que pagar por medicamentos, prótesis, ambulancias y sillas de ruedas… y eso si no se han quedado directamente fuera de ese sistema de salud que un día fue universal y gratuito.
Las medidas de Rajoy le han hecho daño a los trabajadores, que tras la reforma laboral han quedado a merced de la voluntad de sus empleadores; a los trabajadores públicos, que, gracias al PP, ya pueden ser despedidos; a los parados que ya no pueden acceder a los 400 euros; a los jóvenes, que ya no tienen Renta de Emancipación; a los estudiantes afectados por el recorte de becas y los nuevos criterios de reparto; a los dependientes que han visto reducida su prestación y a los cuidadores a los que se les ha quitado la cotización a la Seguridad Social; a los que no puedan pagar las nuevas tasas judiciales… en definitiva, a la gran mayoría. Y todo esto, en sólo un año, en el peor año que se recuerda de la democracia.
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