El Congreso de los Diputados ha demostrado esta semana, gracias al PSOE, que está al tanto de lo que le pasa a la gente en la calle y de que los diputados socialistas que los representan están allí precisamente para defenderlos. El Partido Popular, en cambio, con su jefe de filas al frente, ha escenificado lo ajeno que está a la realidad de este país y al sufrimiento que ha infringido a sus ciudadanos.
Llevar la calle al Parlamento era el objetivo fundamental de los socialistas para afrontar el primer debate del estado de la Nación con Mariano Rajoy como presidente –el año pasado no se celebró por expresa decisión suya, negando a la ciudadanía las necesarias explicaciones sobre las injustas decisiones que ya por entonces estaba tomando-.
Hablar del estado real del país es hablar, y así lo hicimos en el hemiciclo, de lo que nos afecta directamente en el día a día: de los efectos de la reforma laboral, del paro, de la sanidad, de la educación, de los desahucios, de la pobreza, de los pensionistas, de los dependientes… Llegó el momento de ponerle ante los ojos a Rajoy lo que está pasando en este país en el que, aunque él se niegue a verlo, padecemos una crisis profundísima y se están rompiendo consensos sociales muy importantes con las incomprensibles actuaciones del PP.
Lejos de centrar el grueso de esta importante cita anual en Bárcenas y la corrupción –a la que nos referimos para pedirle al presidente del Gobierno que dimita con una claridad absoluta y para mostrar nuestro respaldo a la puesta en marcha de medidas de transparencia que acaben con ella-, el PSOE empleó la mitad del tiempo del que disponía a proponer 40 iniciativas con las que afrontar los graves problemas de los ciudadanos.
Y así, frente a un Rajoy incapaz de abordar ninguna propuesta para solucionar la crisis, los socialistas incidimos en la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional por el empleo y la cohesión social; en la absoluta prioridad que debería suponer la creación de un fondo de mil millones para ayudar a las personas en situación de pobreza; en la conveniencia de adaptar la Constitución a nuestra realidad actual o en la apuesta por articular medidas que hagan llegar crédito a las pequeñas y medianas empresas.
Una situación de emergencia nacional como la que vivimos merece grandes y generosos políticos, que más que nunca dejen a un lado los intereses de sus partidos para anteponer los del conjunto de los españoles. Por eso, desde el PSOE almeriense vivimos con especial satisfacción la defensa realizada -con nuestro planteamiento y formas- de la buena política en el debate celebrado. Estamos convencidos de que los ciudadanos no rechazan la política, lo que rechazan los ciudadanos es la mala política y ha llegado la hora de demostrarles que somos capaces de hacer mejor nuestro trabajo para estar a la altura de sus inquietudes y para resolver sus problemas.
Todos sabemos que el estado real de la Nación en febrero de 2013 es que estamos peor que hace un año, con 6 millones de trabajadores sin empleo; la quinta parte de los españoles en riesgo de pobreza; 8 millones de pensionistas obligados a pagar por sus medicamentos; los jóvenes abocados a emigrar y millones de mujeres afectadas por un sinfín de medidas contra la igualdad con las que se les está diciendo que se olviden de la fiesta de la emancipación -que eso era una cosa de los progres- y que vuelvan a sus hogares a ocuparse de las tareas que ya no se encargan de hacer los poderes públicos.
Pero lejos de resignarnos a esa dramática radiografía, dejamos claro que cuando volvamos a gobernar el país revertiremos la privatización de los hospitales que está llevando a cabo el Partido Popular en las Comunidades Autónomas en las que gobierna, se anulará el copago y la sanidad volverá a ser universal. Cuando el PSOE recupere la confianza ciudadana en las urnas, retomará la escuela pública como el pilar sobre el que asentar el futuro socioeconómico del país y borrará del mapa toda decisión que implique que los más débiles sean los más castigados mientras que se cuida a los bancos para que se recuperen de la borrachera especulativa en la que han estado viviendo.
Rajoy no nos ha dicho, tampoco en esta crucial semana, que vaya a cambiar nada de lo que está pasando ni de lo que está decidiendo. Daba la sensación de que no sabía lo que tiene debajo algo que, por otro lado, es lo que le pasa siempre a la derecha de este país, que se cree nacida para gobernar sin saber finalmente muy bien sobre quién gobiernan, a quién golpea y qué piensa o cómo vive la gente que sufre. Y eso se notó, y mucho, en un debate que con el PSOE esperamos que vuelva a las calles, que es donde siempre se tiene que estar.
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