Hasta en siete ocasiones mi partido ha solicitado a Mariano Rajoy que comparezca en el Congreso de los diputados para dar explicaciones sobre todo lo que hemos venido conociendo con relación a las tropelías que habría cometido presuntamente el Partido Popular a la hora de financiarse o pagar sobresueldos con dinero negro. Quien está contando con todo lujo de detalles todo esto desde el pasado mes de enero no es el PSOE, ni el panadero del barrio o una monja de clausura que pasaba por allí. Lo está haciendo el que ha estado manejando los dineros, los que entraban y los que salían, del Partido Popular durante veinte años.
Esta parte, aunque obvia, es importante recordarla: Bárcenas no es un verso suelto, es el autor de todo un libro de poemas escrito sobre un lodazal de corrupción, según ha detallado él mismo, del que pocos escaparían en el PP. Los apuntes de la contabilidad B del ex tesorero de los populares dejan al descubierto una negrísima historia de pagos e ingresos a cambio de adjudicaciones de obra pública, sobresueldos escandalosos y la razonable sospecha de la existencia de una maquinaria perfectamente engrasada para dispensar supuestamente dinero en sobres o cajas de puros de manera indiscriminada a cargos y dirigentes del PP.
En esta truculenta historia también hemos descubierto a dos actores de renombre en Almería. Sin embargo, una semana después de conocerse los SMS entre Rajoy y Bárcenas, donde se ponía de manifiesto que el diputado del PP por Almería Juan José Matarí había hablado con Bárcenas y que Bárcenas, a su vez, quería hablar con Arenas, ni se han explicado los aludidos, ni nos han explicado por qué se les nombra o, lo que es lo mismo, si Matarí o Arenas han tenido conversaciones durante los meses posteriores a conocerse los manejos de Bárcenas y para qué se relacionaban con él.
Todo esto, que es un monumental escándalo, tiene visos de no desaparecer por arte de magia o por el cansancio de la prensa, de los partidos de la oposición o el hastío de los ciudadanos, tal y como inconcebiblemente parece pensar Rajoy que ocurrirá. Al contrario, estamos en un escenario demoledor en el que nuestro país pierde credibilidad a raudales en el ámbito internacional y con un Gobierno discutido por una amplia mayoría de la sociedad española. Es decir, ni dentro ni fuera de España hay quien soporte esta situación por más tiempo. De ahí que los socialistas hayamos dado un paso al frente para advertir al presidente del Gobierno que o comparece en las Cortes y da las explicaciones que le estamos reclamando o plantearemos una moción de censura. Un político, un cargo público, más aún si se trata del presidente del Gobierno, tiene que dar la cara aunque corra el riesgo de que se la partan, pero lo que no puede hacer nunca es utilizar la estrategia del avestruz como salida a esta crisis institucional y política.
La moción de censura es el instrumento adecuado para obligar a Rajoy a hacer lo que debería haber hecho ya y de forma voluntaria, desde que este escándalo saltó a la opinión pública, de manera que en sede parlamentaria se pueda debatir y votar si este presidente del Gobierno puede continuar o no. Esta es la única salida que le queda a Mariano Rajoy, si es que aún le queda algo de dignidad. De la dignidad que él mismo ha puesto en entredicho al descubrirse el tono de protección que usaba cuando se cruzaba mensajes con el que ahora, desde las filas del PP, llaman delincuente. Porque, sinceramente, más bien parece la manera en la que alguien se dirige a otra persona que puede ponerle en apuros. Y vaya si lo ha puesto en apuros.
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