El paro, una lacra que atenaza las ilusiones y las esperanzas de decenas de miles de hombres y mujeres en nuestra provincia, de millones en España, no puede ser una cifra más en las estadísticas sino un problema que debemos de abordar desde múltiples perspectivas para conseguir taponar la principal vía por la que se desangra nuestra sociedad. Este círculo vicioso en el que nos movemos – más paro, menos consumo, más paro - y que la derecha ha orientado a satisfacer exclusivamente las aspiraciones de los denominados “mercados financieros”, está acabando no solo con nuestro presente sino también con parte del futuro de nuestros hijos.
En ese escenario, donde las víctimas se cuentan por millones, no solo en España sino también en otros países como Italia, Grecia, Portugal, Francia… los grandes ingenieros de esta hecatombe económica y social han librado y han ganado otra batalla que no es menor: hacerse invisibles. Las macrocifras que siempre acompañan el relato de lo ocurrido desde 2008 hasta nuestros días, esconden miles de tragedias personales con nombres y apellidos, de destrucción masiva de proyectos de vida amparados en el esfuerzo y el trabajo, que se han venido abajo como consecuencia de la especulación más atroz que se ha conocido a lo largo de nuestra historia.
Sus responsables, sin embargo, aquellos que la provocaron y se enriquecieron miserablemente a costa de esas personas, no disponen de una dirección postal. Simplemente aparecen en grandes titulares como “los mercados”, un eufemismo que confiere invisibilidad y garantías de anonimato a los culpables sin rostro de lo ocurrido y que, a su vez, también son los grandes beneficiados de esta monumental crisis.
En España, al amparo de esas mismas políticas neoliberales que recorren Europa, el Gobierno de Rajoy está sepultando con una losa aún mayor las esperanzas de familias, trabajadores, pensionistas y enfermos. Todas y cada una de sus medidas están siendo hábilmente acompañadas de una campaña de propaganda en la que la resignación aparece como la única salida al desaliento. La sociedad española, en ese contexto, ha aguantado estoicamente cada golpe, cada ajusticiamiento al estado social, como si realmente tuviera que expiar alguna culpa. Esa ha sido la baza que ha jugado la derecha de este país: someter a penitencia a las víctimas de este monumental engaño para anestesiar o aminorar la crítica.
Entre tanto, la pobreza severa que se aplica a las personas con ingresos inferiores a 307 euros al mes alcanza ya a tres millones de personas en España, según el último informe de Cáritas. En ese documento también se advierte del efecto negativo que sobre la renta disponible han tenido tanto algunos de los cambios introducidos por el Gobierno del Partido Popular en las prestaciones sociales, como en la reducción de las cuantías de la prestación contributiva de desempleo; las mayores exigencias para percibir el subsidio y el aumento de los impuestos. A estas indiscutibles cifras y al sufrimiento que las acompañan, sumen la grosería de la idea de la recuperación que nos vende el Ejecutivo de Rajoy y tendrán la ecuación perfecta del mundo de fantasía en el que algunos han decidido instalarse para no ocuparse de la atroz realidad en la que vivimos.
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