Este 28 de febrero no es un día cualquiera, un día de fiesta más en el calendario, sino una efeméride que nos debe de invitar a reflexionar y a acercarnos con espíritu crítico a lo que estos años de autonomía han significado para el pueblo andaluz. Conmemoramos ahora 34 años de autogobierno en el marco que señala nuestro Estatuto, o al menos en el ámbito en el que debería de situarse debido a las imposiciones y limitaciones, tanto políticas como sociales y económicas que nos impone el Gobierno de Rajoy.
En cualquier caso, la senda recorrida hasta ahora ha sido tremendamente positiva puesto que el desarrollo que hemos experimentado en todos los ámbitos, pero especialmente en aquellos que más preocupan a los ciudadanos, aquellos que tienen que ver con la igualdad de oportunidades, ha sido espectacular.
Los que ya pintan alguna cana, convendrán conmigo en que veníamos de una situación muy deficitaria con respecto a otros territorios españoles. La dictadura arrinconó durante 40 años a Andalucía y esto nos pasó factura a la hora de levantarnos e intentar equipararnos al resto de comunidades autónomas. Es decir, nos ha costado el doble que al resto llegar hasta donde hemos llegado pero el esfuerzo ha merecido la pena.
Los andaluces y las andaluzas conocen perfectamente el significado de lo que representa nuestra autonomía, de lo que desde la izquierda hemos ido construyendo a base de mucho esfuerzo. Nuestra autonomía significa educación, sanidad, protección social y cohesión territorial. Por eso, en estos días, es más importante que nunca reivindicar esos valores y los principios que diferencian a Andalucía como pueblo: la libertad, la solidaridad, la igualdad y la justicia social.
Gracias a nuestro Estatuto de autonomía y a la capacidad de autogobierno que nos concede, la sanidad en Andalucía sigue siendo un derecho universal y público. Las competencias en materia de educación han permitido mantener la ratio en las aulas y preservar servicios esenciales para una educación en igualdad. De la misma manera, en Andalucía la Ley de Dependencia sigue siendo una prioridad, a pesar de que el Gobierno de Rajoy, con sus decisiones, la haya derogado en la práctica y solo destine un 28 por ciento a su financiación, cuando lo establecido era que el Estado asumiría el 50 por ciento. En nuestra voluntad, sin embargo, cunde la necesidad de realizar los esfuerzos que sean necesarios para atender a las personas más desfavorecidas o vulnerables.
Todo esto es lo que nos hace fuertes frente a un gobierno como el del Partido Popular con el que en tan solo dos año hemos retrocedido más de treinta. El Gobierno del PP se está ensañando con Andalucía para impedir que tomemos nuestras propias decisiones, limitándonos nuestra autonomía financiera al incumplir las inversiones que señala nuestro Estatuto, y restringiendo nuestra autonomía política, mediante la toma de decisiones que socavan nuestras competencias.
Los ataques de la derecha hacia Andalucía son constantes y el insulto permanente. El último, el que hemos tenido que aguantar por parte del presidente gallego, Núñez Feijóo, que es incapaz de someterse, como hacemos todos, a la voluntad expresada en las urnas. Los populares andaluces, en lugar de exigirle disculpas al presidente de la Xunta de Galicia por vincular la democracia con la alternancia política, han alimentado ese desprecio. Los ciudadanos no pueden confiar en un partido que, no solo no defiende los intereses de Andalucía, sino que además permite que otros vengan a insultar a una tierra por el mero hecho de no darle el respaldo suficiente para poder gobernar. Esta es la manera que tiene de celebrar la derecha andaluza el día de nuestra tierra, de querer someternos, con la excusa de la crisis, a la contrarreforma ideológica que han emprendido contra todo y contra todos.
En cualquier caso, la senda recorrida hasta ahora ha sido tremendamente positiva puesto que el desarrollo que hemos experimentado en todos los ámbitos, pero especialmente en aquellos que más preocupan a los ciudadanos, aquellos que tienen que ver con la igualdad de oportunidades, ha sido espectacular.
Los que ya pintan alguna cana, convendrán conmigo en que veníamos de una situación muy deficitaria con respecto a otros territorios españoles. La dictadura arrinconó durante 40 años a Andalucía y esto nos pasó factura a la hora de levantarnos e intentar equipararnos al resto de comunidades autónomas. Es decir, nos ha costado el doble que al resto llegar hasta donde hemos llegado pero el esfuerzo ha merecido la pena.
Los andaluces y las andaluzas conocen perfectamente el significado de lo que representa nuestra autonomía, de lo que desde la izquierda hemos ido construyendo a base de mucho esfuerzo. Nuestra autonomía significa educación, sanidad, protección social y cohesión territorial. Por eso, en estos días, es más importante que nunca reivindicar esos valores y los principios que diferencian a Andalucía como pueblo: la libertad, la solidaridad, la igualdad y la justicia social.
Gracias a nuestro Estatuto de autonomía y a la capacidad de autogobierno que nos concede, la sanidad en Andalucía sigue siendo un derecho universal y público. Las competencias en materia de educación han permitido mantener la ratio en las aulas y preservar servicios esenciales para una educación en igualdad. De la misma manera, en Andalucía la Ley de Dependencia sigue siendo una prioridad, a pesar de que el Gobierno de Rajoy, con sus decisiones, la haya derogado en la práctica y solo destine un 28 por ciento a su financiación, cuando lo establecido era que el Estado asumiría el 50 por ciento. En nuestra voluntad, sin embargo, cunde la necesidad de realizar los esfuerzos que sean necesarios para atender a las personas más desfavorecidas o vulnerables.
Todo esto es lo que nos hace fuertes frente a un gobierno como el del Partido Popular con el que en tan solo dos año hemos retrocedido más de treinta. El Gobierno del PP se está ensañando con Andalucía para impedir que tomemos nuestras propias decisiones, limitándonos nuestra autonomía financiera al incumplir las inversiones que señala nuestro Estatuto, y restringiendo nuestra autonomía política, mediante la toma de decisiones que socavan nuestras competencias.
Los ataques de la derecha hacia Andalucía son constantes y el insulto permanente. El último, el que hemos tenido que aguantar por parte del presidente gallego, Núñez Feijóo, que es incapaz de someterse, como hacemos todos, a la voluntad expresada en las urnas. Los populares andaluces, en lugar de exigirle disculpas al presidente de la Xunta de Galicia por vincular la democracia con la alternancia política, han alimentado ese desprecio. Los ciudadanos no pueden confiar en un partido que, no solo no defiende los intereses de Andalucía, sino que además permite que otros vengan a insultar a una tierra por el mero hecho de no darle el respaldo suficiente para poder gobernar. Esta es la manera que tiene de celebrar la derecha andaluza el día de nuestra tierra, de querer someternos, con la excusa de la crisis, a la contrarreforma ideológica que han emprendido contra todo y contra todos.
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