Esta cita de Martin Luther King "No me duelen los actos de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena", resume la reflexión que quiero compartir con ustedes sobre una conducta social que no nos podemos permitir si queremos salir de esta crisis con las menores desigualdades posibles entre unas personas y otras: la indiferencia ante comportamientos o decisiones arbitrarias, injustas o inadmisibles en las instituciones públicas.
Vaya por delante que el juego sucio en las instituciones, los malos ejemplos, las mezclas de política, negocios y familia - la corrupción para que ustedes me entiendan - es un comportamiento personal, atribuible a las personas concretas que practican esas malas artes, que puede darse en cualquier casa o formación, incluidas las de nuevo cuño o las surgidas en los últimos años.
Ante esa realidad, los partidos políticos pueden luchar para combatirla, como hace la presidenta del Gobierno andaluz, Susana Díaz, sea quien sea o se llame como se llame el que la haga, o pueden mirar para otro lado como hace Rajoy en España, cuando le dice a Bárcenas, "aguanta Luis, aguanta". Pero también la sociedad en general tiene mucho que decir en todo esto, ya que se puede mirar para otro lado ante esas conductas o se puede no ser indiferente y perseguirlas o castigarlas también socialmente.
La política, los negocios y la familia, deben estar cada una en su sitio y alejadas claramente; al menos, la política de los negocios y de la familia. Sin embargo, hay veces en las que algunas personas hacen con sus comportamientos personales que todo eso viaje junto, sentado en el mismo vagón, y lo peor es que la sociedad permanezca indiferente ante esa realidad. El presidente del PP en Almería, Gabriel Amat o el propio alcalde de la capital podrían dar una tesis doctoral sobre ello, pero hoy no me voy a centrar en ellos, piensen ustedes.
No podemos ser indiferentes, ni políticos ni sociedad, ante malos ejemplos como los de un teniente de alcalde que riega sus olivos con agua potable de la red pública de abastecimiento, como ha ocurrido en Vélez Rubio o ante un alcalde que contrata en Garrucha las reparaciones de los vehículos municipales con su taller, tal y como ha reconocido en un Juzgado. Tampoco se puede ser indiferente con la utilización por parte de la familia del alcalde de Fines de unas obras del Ayuntamiento, que se encuentran paralizadas, como terraza de su bar.
Especialmente grave me parece que se pueda ser indiferente ante la recalificación y supuesta ocultación de parte del precio de la venta de unos terrenos de una empresa familiar por el actual alcalde de El Ejido, cuando hace unos años era concejal de Urbanismo de Juan Enciso. Tampoco me parece que se pueda mirar para otro lado en el convenio firmado por el concejal de Urbanismo de Turre con el Ayuntamiento, que le aseguran importantes beneficios económicos, creo que como mínimo 300.000 euros, en el caso de que no pudiera aprobarse el cambio de uso del suelo - propiedad del edil - sobre el que se pretende actuar.
Y no se puede ser indiferente ante el hecho de que el alcalde de La Mojonera y sus concejales adjudicasen obras con informes desfavorables e incluso que contrataran esas obras con empresas pertenecientes a socios que lo son o lo han sido del alcalde, que además llegó a vender y permutar bienes de su Ayuntamiento con la empresa de la que él mismo y un concejal del Partido Popular en Roquetas de Mar eran socios, ocultando además su relación con esta sociedad en su Ayuntamiento y en el Parlamento andaluz.
En la derecha, en esa que toma decisiones en muchos lugares desde hace mucho tiempo, todo esto que he comentado se ve como algo normal puesto que es marca de la casa y no van a cambiar. Pero lo que a mí realmente me preocupa, como decía, es que los ciudadanos permanezcan indiferentes ante este tipo de comportamientos.
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