Hace 35 años, los andaluces reclamamos nuestra propia voz. En una España en la que las llamadas nacionalidades históricas habían visto reconocido por la vía directa en la Constitución su derecho a gobernarse con autonomía, los andaluces dimos un gran paso adelante al reivindicar el autogobierno también para nosotros. Con el referéndum del 28 de febrero de 1980, los andaluces pusimos el punto final a un periodo en el que habían sido otros los que hablaban por nosotros, los que decidían por nosotros y los que dictaban por dónde debía discurrir nuestra historia. Aquel 28 de febrero, nos hicimos dueños de nuestro futuro.
Gracias a aquel paso, Andalucía se ha convertido en lo que es hoy: una tierra de oportunidades, mucho más rica que entonces, pero también, y sobre todo, mucho más igualitaria que entonces.
Hoy podemos mirar con orgullo, por ejemplo, los avances que hemos conseguido en educación. Andalucía ha pasado de contar con 90.000 estudiantes universitarios en los años 80 a tener más de 230.000. Pero el salto no sólo ha sido cuantitativo. Hoy Andalucía es pionera en investigación con células madre, está a la vanguardia en investigación de enfermedades raras y es la comunidad que más proyectos clínicos tiene para salvar la vida de las personas.
La autonomía andaluza ha sido útil desde el principio, pero su verdadero valor se ha puesto de manifiesto en estos últimos años. Las políticas de austeridad a cualquier precio impulsadas desde Madrid han tenido su contrapeso en un Gobierno andaluz que se ha dedicado a proteger a las personas. Los andaluces hemos tenido que soportar humillaciones como que el Gobierno central recibiera financiación de Europa con un interés del 1% y nos haya prestado una parte de ese dinero a un interés del 5%. Esto ha supuesto que ahora tengamos que devolver 980 millones de euros en intereses, una cantidad con la que se podrían haber construido cientos de colegios y hospitales.
A pesar de la durísima crisis que hemos vivido y a pesar de los obstáculos que nos ha puesto en el camino el Gobierno central, los andaluces nos hemos convertido en el referente de España en el sostenimiento del Estado del Bienestar. Pese a los recortes y las exigencias draconianas de cumplimiento del déficit que nos ha impuesto la derecha desde Madrid, en Andalucía hemos conseguido mantener en pie el sistema de protección social. La población andaluza supone el 18% del total nacional, pero el 22% de los dependientes que reciben atención están en Andalucía. Nuestro sistema sanitario ha aguantado las embestidas y hoy en Andalucía, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades, la sanidad sigue siendo un derecho universal.
La dejación de funciones del Gobierno central e incluso sus zancadillas no han sido suficientes para amilanarnos. Otro ejemplo lo tenemos en el empleo. En unos años en los que el paro ha hecho estragos en nuestra sociedad, la gran actuación del Gobierno de Rajoy ha consistido en recortar las prestaciones por desempleo, aprobar una reforma laboral que facilita el despido y negarse a aprobar un plan especial de empleo para Andalucía. Afortunadamente, la sensibilidad del Gobierno andaluz es bien distinta y por eso aquí hemos puesto en marcha planes de empleo, uno tras otro, que han permitido a muchísimos ciudadanos seguir llevando un sueldo a su casa.
De aquel 28 de febrero en que elegimos nuestra autonomía han pasado 35 años, pero hoy sigue haciendo falta que se escuche la voz de Andalucía. El próximo 22 de marzo hay elecciones autonómicas y en ellas tenemos una oportunidad irrepetible para desmarcarnos de los recortes que nos quieren imponer; para salvar nuestra tierra de las crueles medidas de la derecha que están asolando el resto de España; para dejar claro, en definitiva, que el futuro es nuestro y que, en Andalucía, nos corresponde a los andaluces decir la última palabra.
Gracias a aquel paso, Andalucía se ha convertido en lo que es hoy: una tierra de oportunidades, mucho más rica que entonces, pero también, y sobre todo, mucho más igualitaria que entonces.
Hoy podemos mirar con orgullo, por ejemplo, los avances que hemos conseguido en educación. Andalucía ha pasado de contar con 90.000 estudiantes universitarios en los años 80 a tener más de 230.000. Pero el salto no sólo ha sido cuantitativo. Hoy Andalucía es pionera en investigación con células madre, está a la vanguardia en investigación de enfermedades raras y es la comunidad que más proyectos clínicos tiene para salvar la vida de las personas.
La autonomía andaluza ha sido útil desde el principio, pero su verdadero valor se ha puesto de manifiesto en estos últimos años. Las políticas de austeridad a cualquier precio impulsadas desde Madrid han tenido su contrapeso en un Gobierno andaluz que se ha dedicado a proteger a las personas. Los andaluces hemos tenido que soportar humillaciones como que el Gobierno central recibiera financiación de Europa con un interés del 1% y nos haya prestado una parte de ese dinero a un interés del 5%. Esto ha supuesto que ahora tengamos que devolver 980 millones de euros en intereses, una cantidad con la que se podrían haber construido cientos de colegios y hospitales.
A pesar de la durísima crisis que hemos vivido y a pesar de los obstáculos que nos ha puesto en el camino el Gobierno central, los andaluces nos hemos convertido en el referente de España en el sostenimiento del Estado del Bienestar. Pese a los recortes y las exigencias draconianas de cumplimiento del déficit que nos ha impuesto la derecha desde Madrid, en Andalucía hemos conseguido mantener en pie el sistema de protección social. La población andaluza supone el 18% del total nacional, pero el 22% de los dependientes que reciben atención están en Andalucía. Nuestro sistema sanitario ha aguantado las embestidas y hoy en Andalucía, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades, la sanidad sigue siendo un derecho universal.
La dejación de funciones del Gobierno central e incluso sus zancadillas no han sido suficientes para amilanarnos. Otro ejemplo lo tenemos en el empleo. En unos años en los que el paro ha hecho estragos en nuestra sociedad, la gran actuación del Gobierno de Rajoy ha consistido en recortar las prestaciones por desempleo, aprobar una reforma laboral que facilita el despido y negarse a aprobar un plan especial de empleo para Andalucía. Afortunadamente, la sensibilidad del Gobierno andaluz es bien distinta y por eso aquí hemos puesto en marcha planes de empleo, uno tras otro, que han permitido a muchísimos ciudadanos seguir llevando un sueldo a su casa.
De aquel 28 de febrero en que elegimos nuestra autonomía han pasado 35 años, pero hoy sigue haciendo falta que se escuche la voz de Andalucía. El próximo 22 de marzo hay elecciones autonómicas y en ellas tenemos una oportunidad irrepetible para desmarcarnos de los recortes que nos quieren imponer; para salvar nuestra tierra de las crueles medidas de la derecha que están asolando el resto de España; para dejar claro, en definitiva, que el futuro es nuestro y que, en Andalucía, nos corresponde a los andaluces decir la última palabra.
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