Durante meses, el presidente del Gobierno andaluz utilizó la palabra ‘anticipación’ de manera machacona para hacer creer que él mismo y ‘su equipo’ habían obrado el milagro de que la pandemia tuviera en Andalucía una menor incidencia que en el resto del país. El milagro, sin embargo, se produjo más bien porque el confinamiento más duro que hemos tenido hasta ahora nos cogió –bendita suerte– cuando el virus comenzaba a diseminarse por nuestra comunidad autónoma.
En todo caso, si alguien persiste aún en esa idea, cabría preguntarse dónde ha ido a parar esa anticipación, que no se ha visto por ningún sitio en la segunda ola del pasado mes de agosto, que arrastramos hasta noviembre, o en esta tercera que estamos sufriendo en la actualidad de manera implacable. Moreno Bonilla debería explicar qué ha hecho para minimizar sus efectos, a qué ha dedicado todo este tiempo; dónde ha metido el dinero de los fondos que han llegado del Gobierno de España para reforzar el sistema sanitario y el educativo y por qué está racaneando ayudas a los sectores más afectados por las restricciones aprobadas por su gobierno.
Los andaluces y andaluzas quieren conocer también cuántos rastreadores se han contratado y qué está ocurriendo con la Atención Primaria, porque una cosa es que no haya manera de que la cita con el médico sea presencial y otra que el tiempo de espera alcance los 14 días para ser atendido por teléfono. Esto, se mire como se mire, es inadmisible.
La situación de la pandemia en toda Andalucía y muy especialmente en la provincia de Almería es muy preocupante. Estamos en cifras de contagios nunca vistas antes y con una presión asistencial que se recrudecerá en las próximas semanas como consecuencia de una tasa de incidencia que no deja de crecer de manera descontrolada. Pese a eso, el presidente del Gobierno andaluz no ha acertado ni siquiera cuando ha rectificado. Las medidas que entraron en vigor el pasado lunes, 11 de enero, quedaron obsoletas ese mismo día y ante la urgencia de la situación no tuvo otra ocurrencia que esperar hasta este viernes para hacerse una enmienda a la totalidad de lo ordenado.
Para esto no ha tenido prisas el Gobierno de PP y Ciudadanos, como tampoco la ha tenido para reforzar la sanidad pública con más sanitarios, ni para ayudar a los autónomos y hosteleros tan afectados por la crisis, pero sí para aumentar su lista de altos cargos y para ayudar a Juan Marín, el líder andaluz del partido de Arrimadas, en sus luchas internas en Ciudadanos. Prometieron menos altos cargos y menos gasto en personal, pero ya tienen 24 delegados provinciales más que el último Ejecutivo de Susana Díaz. Esta es la austeridad de la que hacía gala la derecha y que, a las primeras de cambio y en plena explosión de contagios, nos ha colado por la puerta de atrás.
La pandemia, que siempre va por delante del Gobierno andaluz, incapaz de anticiparse ni de planificar nada, no puede ganarnos la partida de nuevo, porque hay muchas vidas y sufrimiento en juego. Moreno Bonilla debe centrarse en combatir la covid-19 con todas las medidas que sean necesarias y a la vez planificar la vacunación con criterios de eficacia y transparencia. El plan que ha aprobado para su gestión llega tarde, pero en todo caso debe contemplar un importante refuerzo de la plantilla de sanitarios en hospitales y centros de salud públicos; si no, estará abocado al fracaso. Este plan tampoco puede ser una excusa para liberalizar la vacunación y seguir aumentando la cuenta de resultados de la sanidad privada. Estaremos atentos.
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