Desde que el 21 de diciembre del pasado año tomara posesión de su cargo como presidente del Gobierno, Mariano Rajoy se ha empleado a fondo en estos 61 días – hoy se cumplen- para acabar con el mínimo atisbo de esperanza que podían albergar los españoles en el Partido Popular. Esta misma semana, Javier Arenas decía sobre esto que "nunca un gobernante ha hecho tantas reformas en un periodo tan corto de tiempo". Ciertamente, en poco más de dos meses Rajoy ha dilapidado los avances laborales y sociales que fuimos consiguiendo los españoles desde los inicios de la democracia. Así que, en este asunto, estoy absolutamente de acuerdo con Arenas: nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo a las clases medias trabajadoras.
Y nunca nadie hizo tan poco por los que más lo necesitaban. En estas últimas semanas Rajoy y Arenas, junto al ministro Cañete, nos han enseñado su mejor “perfil” para eludir sus responsabilidades en el acuerdo agrícola entre la Unión Europea y Marruecos. Los ausentes y poco trabajadores dirigentes populares no han hecho ni el ademán de intentar convencer a sus compañeros en Europa - al grupo popular europeo - que ostenta la mayoría en la Eurocámara y, por lo tanto, quien ha dado el visto bueno al acuerdo, de que esta decisión iba a perjudicar gravemente a nuestros productores. Rajoy, Arenas y Cañete han abandonando a su suerte a miles de agricultores, sin más explicaciones, sin más quebrantos que los propios del poco espíritu expuesto en la contienda.
La derecha de nuestro país, como en el fútbol, ha actuado en este caso como un equipo pequeño: ha defendido mal – no hemos oído a Arenas pedir a los parlamentarios del partido popular europeo que votasen a favor de nuestra agricultura. Ni una sola vez antes de las votaciones, le hemos oído pedir a sus colegas europeos el no para este acuerdo - y en la delantera, en lugar de un crack resolutivo, ha tenido a un Ministro que en el año 2000 defendía este acuerdo que tanto nos perjudica.
La omisión de la ayuda, del necesario apoyo ha subrayado la tendencia que tiene este Gobierno a desprenderse de todo aquello que le incomoda. En esas circunstancias han aparecido ministros de Justicia que quieren que los españoles paguen a un notario por casarse o divorciarse; otros que pretenden modificar la Ley de Costas sin explicar para qué o para quién; titulares de Educación que cambian sin avisar temarios para oposiciones y anuncian que se becará a los ricos y presidentes de comunidades autónomas que defienden el copago sanitario.
Lo cierto es que el gobierno de Rajoy, ese que aplaude Arenas a manos llenas, ha sumido a este país en una profunda espiral de medidas y reformas que se llevan por delante el Estado Social y castigan, en un acto de brutal injusticia, a los de siempre y a los que menos tienen. Y todo esto supuestamente “para el pueblo” pero “sin el pueblo”. En ese desagravio se ha manejado también el Partido Popular al negar el pan y la sal a las organizaciones sindicales, aprobando por decretazo una reforma laboral extremadamente agresiva y cuyo único objetivo es abaratar el despido, crear más incertidumbre y más pobreza entre la inmensa mayoría de los trabajadores.
A Arenas, esos 61 días, tal y como se desprende de sus declaraciones, le deben de haber sabido a poco y ya piensa en sus propios recortes, en el hipotético caso de que ganara las elecciones. Es curioso, pero cuando esta semana ha fantaseado con lo que haría en sus seis primeros consejos de gobierno, no ha aventurado ni una sola medida para crear empleo; en eso se parece a su jefe. Y no está exento de cierta lógica ya que no lo tiene en la cabeza ni parece ser uno de sus principales objetivos. Como dice Serrat, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Y nunca nadie hizo tan poco por los que más lo necesitaban. En estas últimas semanas Rajoy y Arenas, junto al ministro Cañete, nos han enseñado su mejor “perfil” para eludir sus responsabilidades en el acuerdo agrícola entre la Unión Europea y Marruecos. Los ausentes y poco trabajadores dirigentes populares no han hecho ni el ademán de intentar convencer a sus compañeros en Europa - al grupo popular europeo - que ostenta la mayoría en la Eurocámara y, por lo tanto, quien ha dado el visto bueno al acuerdo, de que esta decisión iba a perjudicar gravemente a nuestros productores. Rajoy, Arenas y Cañete han abandonando a su suerte a miles de agricultores, sin más explicaciones, sin más quebrantos que los propios del poco espíritu expuesto en la contienda.
La derecha de nuestro país, como en el fútbol, ha actuado en este caso como un equipo pequeño: ha defendido mal – no hemos oído a Arenas pedir a los parlamentarios del partido popular europeo que votasen a favor de nuestra agricultura. Ni una sola vez antes de las votaciones, le hemos oído pedir a sus colegas europeos el no para este acuerdo - y en la delantera, en lugar de un crack resolutivo, ha tenido a un Ministro que en el año 2000 defendía este acuerdo que tanto nos perjudica.
La omisión de la ayuda, del necesario apoyo ha subrayado la tendencia que tiene este Gobierno a desprenderse de todo aquello que le incomoda. En esas circunstancias han aparecido ministros de Justicia que quieren que los españoles paguen a un notario por casarse o divorciarse; otros que pretenden modificar la Ley de Costas sin explicar para qué o para quién; titulares de Educación que cambian sin avisar temarios para oposiciones y anuncian que se becará a los ricos y presidentes de comunidades autónomas que defienden el copago sanitario.
Lo cierto es que el gobierno de Rajoy, ese que aplaude Arenas a manos llenas, ha sumido a este país en una profunda espiral de medidas y reformas que se llevan por delante el Estado Social y castigan, en un acto de brutal injusticia, a los de siempre y a los que menos tienen. Y todo esto supuestamente “para el pueblo” pero “sin el pueblo”. En ese desagravio se ha manejado también el Partido Popular al negar el pan y la sal a las organizaciones sindicales, aprobando por decretazo una reforma laboral extremadamente agresiva y cuyo único objetivo es abaratar el despido, crear más incertidumbre y más pobreza entre la inmensa mayoría de los trabajadores.
A Arenas, esos 61 días, tal y como se desprende de sus declaraciones, le deben de haber sabido a poco y ya piensa en sus propios recortes, en el hipotético caso de que ganara las elecciones. Es curioso, pero cuando esta semana ha fantaseado con lo que haría en sus seis primeros consejos de gobierno, no ha aventurado ni una sola medida para crear empleo; en eso se parece a su jefe. Y no está exento de cierta lógica ya que no lo tiene en la cabeza ni parece ser uno de sus principales objetivos. Como dice Serrat, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
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