Almería necesita agua. Siempre la ha necesitado y siempre la va a necesitar. Siendo, como somos, una provincia donde escasean las precipitaciones, los almerienses nos hemos adaptado a lo largo del tiempo a esta situación con mejor o peor fortuna. Los recursos hídricos han sido históricamente un freno para Almería, a pesar del buen uso, la racionalidad y la eficiencia con la que se emplean en un sector estratégico para la provincia como es la agricultura.
Los trasvases de los que nos hemos dotado y otras infraestructuras como las desaladoras, nos han aliviado enormemente en esa estructural escasez de agua. En cualquier caso, a nadie se le escapa que uno de los principales factores que limitan el desarrollo económico y social de nuestra provincia sigue siendo la disponibilidad de recursos hídricos.
Si bien es cierto que nuestro clima semiárido determina las escasas precipitaciones que se registran anualmente- y frente a eso poco o nada se puede hacer-, no lo es menos que esa circunstancia también favorece que se produzcan episodios de fuertes precipitaciones que, en ocasiones, pueden provocar graves daños materiales e incluso la pérdida de vidas humanas, tal y como ocurrió en las riadas que asolaron el Levante almeriense en septiembre de 2012.
El agua, como elemento fundamental de nuestras aspiraciones presentes y futuras, debería de aparecer siempre en uno de los lugares más destacados del debate económico y social de nuestra tierra, a pesar de que legítimamente tengamos la tentación de volcar toda nuestra frustración hacia el monumental engaño del que hemos sido víctimas con las paralizadas y retrasadas obras del Corredor Mediterráneo. Reconocer que se ha mentido a sabiendas con el AVE no le exime al Partido Popular de los quebrantos que está ocasionando a nuestra tierra en otros aspectos tan importantes o más que la conexión por ferrocarril con Murcia.
Pese a esa necesidad de más y mejores recursos hídricos, nos hemos topado con un gobierno que ha dado la espalda también a nuestra provincia en este desafío. En la escala de prioridades del Ejecutivo de Rajoy estamos en el último lugar, allí donde solo se viene a dar una vuelta, una palmadita en la espalda y poco más.
Digo esto porque por aquí han pasado todos los ministros y ministras del Partido Popular - es verdad que en algunos casos solo a merendar – e incluso el propio Mariano Rajoy en varias ocasiones. En fin, que por visitas no ha sido y en ese ir i venir algo habrán conocido o le habrán contado sobre las necesidades de esta tierra. El resultado de tanto viaje, sin embargo, ha sido desalentador para la provincia. De ahí que ya nadie se esconda en Almería a la hora de calificar el desprecio con el que nos trata Rajoy, gracias a la complicidad de los dirigentes provinciales y andaluces del Partido Popular.
Ese maltrato ha sido especialmente perjudicial en las actuaciones que tienen que ver con los recursos hídricos y con las obras necesarias para evitar las avenidas de agua que tan bien conocemos en el Poniente y en el Levante, en los ríos Antas y Adra, o para solucionar los problemas de la Balsa del Sapo. Ni una sola de ellas ha sido recogida en los Presupuestos Generales del Estado, calificados por este motivo, entre otros, de “catastróficos por la Mesa del Agua.
El Partido Popular, a pesar de reconocer la necesidad de ampliar la desaladora de Carboneras, de llevar el agua hasta el campo de Tabernas o de arreglar la desaladora de Cuevas del Almanzora, no hace nada. Tampoco parece tener interés por ampliar las depuradoras de Adra, El Ejido y Roquetas de Mar, que se encuentran al límite de su capacidad, y que podrían también – mediante la reutilización- aportar recursos para el regadío. Todo parece importarle muy poco o nada, salvo lo recoger los votos y salir corriendo. En eso se han hecho unos expertos.
Los trasvases de los que nos hemos dotado y otras infraestructuras como las desaladoras, nos han aliviado enormemente en esa estructural escasez de agua. En cualquier caso, a nadie se le escapa que uno de los principales factores que limitan el desarrollo económico y social de nuestra provincia sigue siendo la disponibilidad de recursos hídricos.
Si bien es cierto que nuestro clima semiárido determina las escasas precipitaciones que se registran anualmente- y frente a eso poco o nada se puede hacer-, no lo es menos que esa circunstancia también favorece que se produzcan episodios de fuertes precipitaciones que, en ocasiones, pueden provocar graves daños materiales e incluso la pérdida de vidas humanas, tal y como ocurrió en las riadas que asolaron el Levante almeriense en septiembre de 2012.
El agua, como elemento fundamental de nuestras aspiraciones presentes y futuras, debería de aparecer siempre en uno de los lugares más destacados del debate económico y social de nuestra tierra, a pesar de que legítimamente tengamos la tentación de volcar toda nuestra frustración hacia el monumental engaño del que hemos sido víctimas con las paralizadas y retrasadas obras del Corredor Mediterráneo. Reconocer que se ha mentido a sabiendas con el AVE no le exime al Partido Popular de los quebrantos que está ocasionando a nuestra tierra en otros aspectos tan importantes o más que la conexión por ferrocarril con Murcia.
Pese a esa necesidad de más y mejores recursos hídricos, nos hemos topado con un gobierno que ha dado la espalda también a nuestra provincia en este desafío. En la escala de prioridades del Ejecutivo de Rajoy estamos en el último lugar, allí donde solo se viene a dar una vuelta, una palmadita en la espalda y poco más.
Digo esto porque por aquí han pasado todos los ministros y ministras del Partido Popular - es verdad que en algunos casos solo a merendar – e incluso el propio Mariano Rajoy en varias ocasiones. En fin, que por visitas no ha sido y en ese ir i venir algo habrán conocido o le habrán contado sobre las necesidades de esta tierra. El resultado de tanto viaje, sin embargo, ha sido desalentador para la provincia. De ahí que ya nadie se esconda en Almería a la hora de calificar el desprecio con el que nos trata Rajoy, gracias a la complicidad de los dirigentes provinciales y andaluces del Partido Popular.
Ese maltrato ha sido especialmente perjudicial en las actuaciones que tienen que ver con los recursos hídricos y con las obras necesarias para evitar las avenidas de agua que tan bien conocemos en el Poniente y en el Levante, en los ríos Antas y Adra, o para solucionar los problemas de la Balsa del Sapo. Ni una sola de ellas ha sido recogida en los Presupuestos Generales del Estado, calificados por este motivo, entre otros, de “catastróficos por la Mesa del Agua.
El Partido Popular, a pesar de reconocer la necesidad de ampliar la desaladora de Carboneras, de llevar el agua hasta el campo de Tabernas o de arreglar la desaladora de Cuevas del Almanzora, no hace nada. Tampoco parece tener interés por ampliar las depuradoras de Adra, El Ejido y Roquetas de Mar, que se encuentran al límite de su capacidad, y que podrían también – mediante la reutilización- aportar recursos para el regadío. Todo parece importarle muy poco o nada, salvo lo recoger los votos y salir corriendo. En eso se han hecho unos expertos.
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