Las pasadas elecciones europeas han provocado que el Partido Popular le vea definitivamente las orejas al lobo. Con la boca pequeña, insisten en que los resultados de las urnas no son extrapolables a unas elecciones municipales – algo en lo que, con muchos matices, podemos estar de acuerdo – pero en cuanto el foco mediático se oculta, cuando no hay cámaras o micrófonos de por medio, muestran abiertamente sus miedos y los sudores propios de quien anda muy nervioso con lo que pueda ocurrir el próximo año.
Desde este punto de vista, desde la perspectiva de lo que puedan decidir los votantes en los comicios locales de 2015, se entiende la propuesta que ha realizado el PP para la elección directa de los alcaldes o para reducir el número de aforados que, en su mayoría, no podemos olvidarlo, se encuentran en el ámbito judicial.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mezcla dos debates absolutamente distintos y los encuadra en una propuesta de “regeneración democrática” que no se cree ni él mismo, entre otras cosas porque nada hace pensar que vaya a tomar alguna medida para depurar responsabilidades en la presunta financiación ilegal de su partido que investiga un juez. ¿O es que de eso no va esta historia que propone el PP?
Rajoy, haciendo de Rajoy más que nunca, pretende mezclarlo todo en una batidora a ver qué sale, obviando que soporta a sus espaldas una mochila en la que se encuentra un extesorero que lleva más de un año en la cárcel por acumular una fortuna en Suiza de la que nadie ha aclarado su procedencia; pagos en negro para el arreglo de la sede del PP, tal y como ha determinado el juez Ruz, y una presunta trama de financiación ilegal y de sobresueldos en B que pone los pelos de punta.
De esto es de lo que Rajoy debería de hablar, dar explicaciones y anunciar las oportunas medidas que piensa tomar dentro de su partido para que los ciudadanos puedan empezar a creerse esa regeneración de la que habla.
Una reforma de la ley electoral tiene que ser respaldada por una mayoría del arco parlamentario y no puede ser fruto de la voluntad política de un Gobierno, adoptada en un campamento de verano del PP, con el único objetivo de salvar muchas de las alcaldías que ahora mismo podría perder, tal y como apuntan los distintos sondeos. En esas anda el Partido Popular, en cambiar las reglas del juego para su propio beneficio.
Desde este punto de vista, desde la perspectiva de lo que puedan decidir los votantes en los comicios locales de 2015, se entiende la propuesta que ha realizado el PP para la elección directa de los alcaldes o para reducir el número de aforados que, en su mayoría, no podemos olvidarlo, se encuentran en el ámbito judicial.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mezcla dos debates absolutamente distintos y los encuadra en una propuesta de “regeneración democrática” que no se cree ni él mismo, entre otras cosas porque nada hace pensar que vaya a tomar alguna medida para depurar responsabilidades en la presunta financiación ilegal de su partido que investiga un juez. ¿O es que de eso no va esta historia que propone el PP?
Rajoy, haciendo de Rajoy más que nunca, pretende mezclarlo todo en una batidora a ver qué sale, obviando que soporta a sus espaldas una mochila en la que se encuentra un extesorero que lleva más de un año en la cárcel por acumular una fortuna en Suiza de la que nadie ha aclarado su procedencia; pagos en negro para el arreglo de la sede del PP, tal y como ha determinado el juez Ruz, y una presunta trama de financiación ilegal y de sobresueldos en B que pone los pelos de punta.
De esto es de lo que Rajoy debería de hablar, dar explicaciones y anunciar las oportunas medidas que piensa tomar dentro de su partido para que los ciudadanos puedan empezar a creerse esa regeneración de la que habla.
Una reforma de la ley electoral tiene que ser respaldada por una mayoría del arco parlamentario y no puede ser fruto de la voluntad política de un Gobierno, adoptada en un campamento de verano del PP, con el único objetivo de salvar muchas de las alcaldías que ahora mismo podría perder, tal y como apuntan los distintos sondeos. En esas anda el Partido Popular, en cambiar las reglas del juego para su propio beneficio.
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