El debate sobre el estado de la comunidad ha revelado lo que todos intuíamos, que el Partido Popular y Ciudadanos no pueden ofrecer más balance de este año de gobierno en Andalucía que los ejercicios de barranquismo que llevan practicando desde el minuto uno en el que echó a andar esta legislatura. Un año lleva Moreno Bonilla mirando hacia abajo en lugar de hacerlo hacia arriba y eso, de momento, es el único apunte que puede hacer en su cuenta de resultados.
La flojera de este gobierno de las derechas a la hora de ponerse a trabajar para mejorar la vida de los andaluces y de las andaluzas es evidente. Tras celebrar cuarenta Consejos de Gobierno absolutamente intrascendentes y no aprobar ni una sola ley, al Ejecutivo andaluz se le ven todas las costuras que ha ido destejiendo junto a la extrema derecha.
En lo que sí se ha esmerado Moreno Bonilla es en desmontar todo lo que funcionaba. Materias tan sensibles como la educación, la sanidad o la dependencia han sufrido un serio deterioro al dispararse las listas de espera quirúrgica o aumentar de manera notable el tiempo de espera para una cita con el especialista o para acceder a una prestación de la Ley de Dependencia. En este sentido, todo lo que podía ir a peor ha ido a peor.
Este vapuleo a los servicios públicos, que incide también de una manera directa en los profesionales que los sustentan, tiene como único objetivo aumentar los conciertos y la privatización, santo y seña de los gobiernos de la derecha allí donde han podido meter la mano. Frente a eso, los logros que puede exhibir Moreno Bonilla en este año se reducen a uno: beneficiar a los 300 andaluces más ricos con una vergonzosa reducción de impuestos.
El discurso de Moreno Bonilla ante el Pleno de la Cámara fue, por tanto, un quiero y no puedo. ‘Un quiero’ decir que he hecho muchas cosas, pero un ‘no puedo’ porque he estado más entretenido en intentar desprestigiar a la oposición que en gobernar. En este camino, el presidente de la Junta ha estado acompañado por Ciudadanos, un partido en plena descomposición que ahora hasta se plantea concurrir a las próximas elecciones catalanas de la mano del Partido Popular para terminar, previsiblemente, engullido por los de Casado.
De otro lado, la respiración asistida que le proporciona al gobierno andaluz la extrema derecha comienza a materializarse en asuntos de calado, en aquellos donde Vox pretende imponer su ideología pura y dura, como es el caso de la violencia de género, el veto parental o lo que está planteando en estos días para demoler la Ley de Memoria Democrática. En estas cosas es donde Ciudadanos tendrá que decidir qué quiere ser, si quiere ser compadre o adversario de esta suerte de delirios que socavan derechos y la misma Constitución.
La paupérrima gestión de las dificultades reales a las que se enfrentan cada día los ciudadanos y ciudadanas de nuestra comunidad tampoco se maquilla cambiando, tal y como ha hecho el gobierno de Moreno Bonilla, la imagen corporativa de la Junta de Andalucía. Y mucho menos utilizando como excusa el 28F y el relato de la gesta de una autonomía en la que nunca creyó la derecha.
Esta realidad, la del marketing, la de las noticias falsas engendradas tras cada Consejo de Gobierno o el victimismo del que hace gala el presidente de la Junta a la hora de afrontar los retos que tenemos por delante, solo nos lleva a pensar que hoy es más necesario que nunca invocar el espíritu de aquel 28 de febrero de 1980 que tanta prosperidad trajo a nuestra tierra.
La flojera de este gobierno de las derechas a la hora de ponerse a trabajar para mejorar la vida de los andaluces y de las andaluzas es evidente. Tras celebrar cuarenta Consejos de Gobierno absolutamente intrascendentes y no aprobar ni una sola ley, al Ejecutivo andaluz se le ven todas las costuras que ha ido destejiendo junto a la extrema derecha.
En lo que sí se ha esmerado Moreno Bonilla es en desmontar todo lo que funcionaba. Materias tan sensibles como la educación, la sanidad o la dependencia han sufrido un serio deterioro al dispararse las listas de espera quirúrgica o aumentar de manera notable el tiempo de espera para una cita con el especialista o para acceder a una prestación de la Ley de Dependencia. En este sentido, todo lo que podía ir a peor ha ido a peor.
Este vapuleo a los servicios públicos, que incide también de una manera directa en los profesionales que los sustentan, tiene como único objetivo aumentar los conciertos y la privatización, santo y seña de los gobiernos de la derecha allí donde han podido meter la mano. Frente a eso, los logros que puede exhibir Moreno Bonilla en este año se reducen a uno: beneficiar a los 300 andaluces más ricos con una vergonzosa reducción de impuestos.
El discurso de Moreno Bonilla ante el Pleno de la Cámara fue, por tanto, un quiero y no puedo. ‘Un quiero’ decir que he hecho muchas cosas, pero un ‘no puedo’ porque he estado más entretenido en intentar desprestigiar a la oposición que en gobernar. En este camino, el presidente de la Junta ha estado acompañado por Ciudadanos, un partido en plena descomposición que ahora hasta se plantea concurrir a las próximas elecciones catalanas de la mano del Partido Popular para terminar, previsiblemente, engullido por los de Casado.
De otro lado, la respiración asistida que le proporciona al gobierno andaluz la extrema derecha comienza a materializarse en asuntos de calado, en aquellos donde Vox pretende imponer su ideología pura y dura, como es el caso de la violencia de género, el veto parental o lo que está planteando en estos días para demoler la Ley de Memoria Democrática. En estas cosas es donde Ciudadanos tendrá que decidir qué quiere ser, si quiere ser compadre o adversario de esta suerte de delirios que socavan derechos y la misma Constitución.
La paupérrima gestión de las dificultades reales a las que se enfrentan cada día los ciudadanos y ciudadanas de nuestra comunidad tampoco se maquilla cambiando, tal y como ha hecho el gobierno de Moreno Bonilla, la imagen corporativa de la Junta de Andalucía. Y mucho menos utilizando como excusa el 28F y el relato de la gesta de una autonomía en la que nunca creyó la derecha.
Esta realidad, la del marketing, la de las noticias falsas engendradas tras cada Consejo de Gobierno o el victimismo del que hace gala el presidente de la Junta a la hora de afrontar los retos que tenemos por delante, solo nos lleva a pensar que hoy es más necesario que nunca invocar el espíritu de aquel 28 de febrero de 1980 que tanta prosperidad trajo a nuestra tierra.
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