lunes, 1 de octubre de 2012
Rajoy en Nueva York
Veo en las portadas de los diarios nacionales dos fotografías que me llaman poderosamente la atención. En una de ellas, una multitud se manifiesta en los alrededores del Congreso; en la otra, el presidente del Gobierno pasea por Nueva York fumándose un puro. Estas dos simples instantáneas ponen sobre la mesa lo alejado que Mariano Rajoy está de este país y de sus ciudadanos. En una conferencia ofrecida en esa misma ciudad, lejos de los tumultos, el jefe del Ejecutivo se jactaba de que la inmensa mayoría de los españoles no se manifiestan, que no salen en las portadas de los periódicos ni en los telediarios. Es evidente que se puede estar más o menos de acuerdo con según qué manifestaciones, en el fondo y en las formas, que todo lo que ha ocurrido en torno a la protesta del 25-S tiene sus luces y sus sombras, pero ¿se puede esconder la realidad torticeramente?
Este país, la inmensa mayoría de los ciudadanos, se levanta a diario con la certeza de tener un Gobierno absolutamente ausente de los problemas y necesidades de una sociedad en estado de shock, paralizada y atenazada por el miedo y la desconfianza en el futuro. Esa lejanía, por lo tanto, produce un efecto devastador y una fractura social de la que estamos viendo las primeras consecuencias. Rajoy se equivoca si cree que como son muchos más los que no se manifiestan que los que lo hacen, cuenta con el respaldo de la mayoría. Su corta visión de los acontecimientos que se suceden a diario lo define perfectamente como un pésimo estadista.
Si atendemos a las clases magistrales de economía domestica de Rajoy para explicar qué nos ha pasado para estar como estamos, es evidente que la mayoría de los ciudadanos entiende que en su casa no puede gastar más de lo que ingresa, pero también es cierto – y esto es lo que “olvida” el presidente del Gobierno- que su sentencia de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades no se la puede aplicar a todo el mundo. Pero quién ha vivido por encima de sus posibilidades ¿Los trabajadores o funcionarios sujetos a su nómina, el pensionista, los parados? ¿O a caso han sido unos voraces especuladores en su búsqueda del enriquecimiento, a cualquier precio?
Al primer ministro portugués, al conservador Pedro Passos Coelho, la presión social y las protestas de los portugueses expresadas en la calle, le han llevado a dar marcha atrás en sus polémicos recortes, como lo es la medida de reducir un 7% los sueldos de todos los trabajadores de Portugal a base de subirles la cotización en la Seguridad Social para bajársela a las empresas. También Passos Coelho, tras una sentencia del Tribunal Constitucional de ese país, se ha visto obligado a decir que los pensionistas y funcionarios a los que el Gobierno retiró hace un año las pagas extras, volverán a contar con una de ellas. Es el momento de que Rajoy recapacite, mire hacia Grecia y Portugal y compruebe los nefastos resultados de una política neoliberal sustentada sólo en recortes. Es tiempo de que su Gobierno reconsidere las medidas adoptadas, que mire cara a cara a los ciudadanos para ponerse de su lado y no en su contra, tal y como viene haciendo desde que llegó a la Moncloa. En la situación en la que estamos hay que mirar más hacia abajo que hacia arriba, más al débil que al poderoso. Pero, sobre todo, es momento de escuchar al pueblo y dar marcha atrás en todas las medidas injustas e ineficaces que han cargado las tintas sobre quienes no son culpables. De no hacerlo, cometerá un error por el que se le recordará en los libros de historia, junto a una fotografía en la que se fuma un puro mientras pasea ajeno a los problemas de sus ciudadanos camino de Wall Street.
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