Donald Trump ha lanzado más de 8.000 mentiras en sus dos años de mandato. Según The Washington Post, el presidente de EEUU ha alcanzado ese deshonroso récord no solo por las declaraciones sin fundamento que ha realizado ante la prensa, sino por las noticias engañosas que ha estado difundiendo a través de sus redes sociales. La mayoría de estas fake news han ido dirigidas a relacionar la inmigración con el aumento de la criminalidad, algo que han desmentido una vez tras otra los organismos oficiales y los medios de comunicación independientes.
Esta estrategia, que durante un tiempo ha podido funcionarle a Trump, está siendo copiada al milímetro por las derechas españolas, por las tres a la vez. Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal se han apuntado a esta política basada en afirmar o presentar hechos falsos como si fuesen verdaderos.
Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en el manifiesto de la Plaza de Colón, donde se realizaron afirmaciones de toda clase por los tres partidos de la derecha, CS, PP y Vox, que han quedado desmentidas posteriormente ante la evidencia de las falsedades o las contradicciones en las que incurrieron.
El partido de Albert Rivera, que también se ha apuntado a la moda de ‘miente que algo queda’, incluso ha llegado a reconocer complaciente que las promesas realizadas durante la campaña electoral por uno de sus socios en Andalucía son papel mojado. Para el consejero de Economía –de la cuota de Ciudadanos–, que Moreno Bonilla anunciara una bajada masiva de impuestos o la creación de 600.000 puestos de trabajo era solo lenguaje electoral que no hay que creerse. Viene a decir, en definitiva, que no pasa nada si se dice alguna mentira durante esos días, que son cosas que dicen los políticos en campaña.
Inés Arrimadas, tras anunciar su salto a la política nacional como número uno por Barcelona en las Elecciones Generales, sostenía que era la líder de la oposición en Cataluña y que lo iba a seguir siendo, en otra muestra de cómo Ciudadanos cocina falsas noticias, medias verdades y mentiras que pasan por verdades.
Si lo que sostiene la dirigente del partido naranja fuese cierto, caería víctima de la aplicación del 155 –las vueltas que da la vida– de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, que literalmente dice que nadie podrá ser miembro de las dos cámaras simultáneamente ni acumular el acta de una comunidad autónoma con la de diputado al Congreso. Seguro que esto lo saben Arrimadas y Rivera, pero una vez más han preferido jugar a la confusión, haciendo gala del arte de mentir, que tan bien manejan.
Pablo Casado, convencido de que solo va a tener una oportunidad y que se juega todas las cartas al 28 de abril, está construyendo también, como el presidente norteamericano, su particular muro, a base de noticias inventadas sobre la política que llevó a cabo en Cataluña el Gobierno de Rajoy –quien, con su inactividad, montó todo el lío que hoy tenemos– o sobre el ‘milagro’ económico o el empleo que dice que se “creó” con el Gobierno del PP. También miente sobre la revalorización de las pensiones que llevaron a cabo cuando gobernaba su partido –que cualquier pensionista que lo oiga sabe perfectamente lo que le subieron– o sobre el aborto. Casado parece haber llegado a un punto en el que se ha creído tanto sus propias mentiras que ya es completamente ajeno a la realidad.
En cuanto a Vox y Santiago Abascal, su táctica se resume en alimentar las redes de fake news, cargadas con falsedades sobre la inmigración, la violencia de género o sobre el Estado de las autonomías que ampara la Constitución de 1978.
Esa estrategia de comunicación basada en la mentira tiene, en todos los casos, unos efectos demoledores en la sociedad, ya que mina la confianza de los ciudadanos en la clase política, en los medios de comunicación y en definitiva, en la democracia. El peligro de todo esto es que si alguien finalmente se cree esas mentiras, puede tomar decisiones que van a afectar a su vida sobre bases que son falsas. El 28 de abril todos los españoles vamos a tener la oportunidad de votar por un futuro mejor, y al votar ojalá que lo hagamos para echar de la política a quienes, con la mentira como arte, pretenden llevarnos al pasado.
Esta estrategia, que durante un tiempo ha podido funcionarle a Trump, está siendo copiada al milímetro por las derechas españolas, por las tres a la vez. Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal se han apuntado a esta política basada en afirmar o presentar hechos falsos como si fuesen verdaderos.
Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en el manifiesto de la Plaza de Colón, donde se realizaron afirmaciones de toda clase por los tres partidos de la derecha, CS, PP y Vox, que han quedado desmentidas posteriormente ante la evidencia de las falsedades o las contradicciones en las que incurrieron.
El partido de Albert Rivera, que también se ha apuntado a la moda de ‘miente que algo queda’, incluso ha llegado a reconocer complaciente que las promesas realizadas durante la campaña electoral por uno de sus socios en Andalucía son papel mojado. Para el consejero de Economía –de la cuota de Ciudadanos–, que Moreno Bonilla anunciara una bajada masiva de impuestos o la creación de 600.000 puestos de trabajo era solo lenguaje electoral que no hay que creerse. Viene a decir, en definitiva, que no pasa nada si se dice alguna mentira durante esos días, que son cosas que dicen los políticos en campaña.
Inés Arrimadas, tras anunciar su salto a la política nacional como número uno por Barcelona en las Elecciones Generales, sostenía que era la líder de la oposición en Cataluña y que lo iba a seguir siendo, en otra muestra de cómo Ciudadanos cocina falsas noticias, medias verdades y mentiras que pasan por verdades.
Si lo que sostiene la dirigente del partido naranja fuese cierto, caería víctima de la aplicación del 155 –las vueltas que da la vida– de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, que literalmente dice que nadie podrá ser miembro de las dos cámaras simultáneamente ni acumular el acta de una comunidad autónoma con la de diputado al Congreso. Seguro que esto lo saben Arrimadas y Rivera, pero una vez más han preferido jugar a la confusión, haciendo gala del arte de mentir, que tan bien manejan.
Pablo Casado, convencido de que solo va a tener una oportunidad y que se juega todas las cartas al 28 de abril, está construyendo también, como el presidente norteamericano, su particular muro, a base de noticias inventadas sobre la política que llevó a cabo en Cataluña el Gobierno de Rajoy –quien, con su inactividad, montó todo el lío que hoy tenemos– o sobre el ‘milagro’ económico o el empleo que dice que se “creó” con el Gobierno del PP. También miente sobre la revalorización de las pensiones que llevaron a cabo cuando gobernaba su partido –que cualquier pensionista que lo oiga sabe perfectamente lo que le subieron– o sobre el aborto. Casado parece haber llegado a un punto en el que se ha creído tanto sus propias mentiras que ya es completamente ajeno a la realidad.
En cuanto a Vox y Santiago Abascal, su táctica se resume en alimentar las redes de fake news, cargadas con falsedades sobre la inmigración, la violencia de género o sobre el Estado de las autonomías que ampara la Constitución de 1978.
Esa estrategia de comunicación basada en la mentira tiene, en todos los casos, unos efectos demoledores en la sociedad, ya que mina la confianza de los ciudadanos en la clase política, en los medios de comunicación y en definitiva, en la democracia. El peligro de todo esto es que si alguien finalmente se cree esas mentiras, puede tomar decisiones que van a afectar a su vida sobre bases que son falsas. El 28 de abril todos los españoles vamos a tener la oportunidad de votar por un futuro mejor, y al votar ojalá que lo hagamos para echar de la política a quienes, con la mentira como arte, pretenden llevarnos al pasado.
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