Es muy probable que en algún momento de la vida hayan tenido que utilizar la palabra “chaquetero” para referirse a ese tipo de personas que atesoran una gran habilidad para cambiar de bando según les convenga. Su destreza a la hora de despojarse de sus convicciones es enorme y suelen tener a su disposición un amplio fondo de armario en el que cambiar sus principios o su chaqueta en un abrir y cerrar de ojos.
En tiempos difíciles, la moda siempre es extravagante, decía una célebre diseñadora italiana, y en ese ambiente de sastrería de saldo, que es en lo que algunos han querido convertir el día a día de la actualidad política, es donde mejor se desenvuelve el chaquetero. Uno de los prototipos que mejor definen a este tipo de personajes es Albert Rivera, genio y figura en nuestro país en el arte de cambiarse la chaqueta las veces que haga falta.
Hay quien adjudica el origen del significado de la expresión “cambio de chaqueta” al Duque de Saboya, Carlos Manuel I, quien solía alternar sus simpatías por Francia y por España usando, a conveniencia, una chaquetilla de color rojo de un lado y blanco del otro. De esta manera no se indisponía con nadie y podía estar en uno u otro bando atendiendo exclusivamente a sus intereses: lo mismo un día defendía a Francia contra España que al siguiente hacía justo lo contrario o se declaraba neutral. Con esos precedentes, no hay que hilar muy fino para aventurar que Carlos Manuel I bien podría haber pasado por el Rivera del siglo XVI.
El líder de la formación naranja se ha convertido por méritos propios en uno de los personajes políticos más camaleónicos de los últimos años en España debido a esa misma habilidad para usar una u otra chaqueta según le convenga. Su fama de veleta no tiene parangón en nuestro país. Así, le hemos visto en los últimos años quitarse una pelliza y ponerse otra por conveniencia, hasta desembocar en unas posiciones que nos conducen a la mayor involución en términos de calidad democrática que se ha vivido en nuestro país en los últimos 40 años.
Lo hemos comprobado en las dos últimas legislaturas, en las que ha pasado de apoyar a Pedro Sánchez, al PSOE, para la Presidencia del Gobierno de España en marzo de 2015, a terminar esta legislatura bloqueando, junto al Partido Popular y los independentistas catalanes, los presupuestos del Estado para 2019, que resarcían a los españoles de los brutales recortes sociales acometidos por el gobierno del PP durante siete años y que tanto criticó.
Esto último ha estado precedido de una foto con los líderes de la ultraderecha en la plaza de Colón y de un pacto detrás de la cortina en Andalucía para imponer un gobierno del Partido Popular sostenido por la ultraderecha, que es quien tiene la sartén por el mango en el Parlamento de Andalucía, al ser decisiva para que el nuevo gobierno cuente con la mayoría necesaria para aprobar cualquier cosa.
A estas alturas, nadie duda de que el gran sueño de Rivera es reeditar el pacto de Andalucía en España mediante un ligero cambio de papeles, ya que todos sus anhelos se dirigen a tratar de ser el presidente del Gobierno de España, con o sin ‘sorpasso’ al PP, aupado de la mano de la derecha y de la ultraderecha.
Sin embargo, los andaluces, que tienen mucho que decir en las próximas elecciones generales, ya conocen el paño y cómo se las gasta Rivera. Saben qué se juegan, porque ya han perdido mucho, y van a protagonizar una gran movilización para parar definitivamente a las tres derechas en España. A Rivera le va a pasar factura más pronto que tarde tanto cambio de chaqueta, porque, diga lo que diga, no es creíble ni fiable.
En tiempos difíciles, la moda siempre es extravagante, decía una célebre diseñadora italiana, y en ese ambiente de sastrería de saldo, que es en lo que algunos han querido convertir el día a día de la actualidad política, es donde mejor se desenvuelve el chaquetero. Uno de los prototipos que mejor definen a este tipo de personajes es Albert Rivera, genio y figura en nuestro país en el arte de cambiarse la chaqueta las veces que haga falta.
Hay quien adjudica el origen del significado de la expresión “cambio de chaqueta” al Duque de Saboya, Carlos Manuel I, quien solía alternar sus simpatías por Francia y por España usando, a conveniencia, una chaquetilla de color rojo de un lado y blanco del otro. De esta manera no se indisponía con nadie y podía estar en uno u otro bando atendiendo exclusivamente a sus intereses: lo mismo un día defendía a Francia contra España que al siguiente hacía justo lo contrario o se declaraba neutral. Con esos precedentes, no hay que hilar muy fino para aventurar que Carlos Manuel I bien podría haber pasado por el Rivera del siglo XVI.
El líder de la formación naranja se ha convertido por méritos propios en uno de los personajes políticos más camaleónicos de los últimos años en España debido a esa misma habilidad para usar una u otra chaqueta según le convenga. Su fama de veleta no tiene parangón en nuestro país. Así, le hemos visto en los últimos años quitarse una pelliza y ponerse otra por conveniencia, hasta desembocar en unas posiciones que nos conducen a la mayor involución en términos de calidad democrática que se ha vivido en nuestro país en los últimos 40 años.
Lo hemos comprobado en las dos últimas legislaturas, en las que ha pasado de apoyar a Pedro Sánchez, al PSOE, para la Presidencia del Gobierno de España en marzo de 2015, a terminar esta legislatura bloqueando, junto al Partido Popular y los independentistas catalanes, los presupuestos del Estado para 2019, que resarcían a los españoles de los brutales recortes sociales acometidos por el gobierno del PP durante siete años y que tanto criticó.
Esto último ha estado precedido de una foto con los líderes de la ultraderecha en la plaza de Colón y de un pacto detrás de la cortina en Andalucía para imponer un gobierno del Partido Popular sostenido por la ultraderecha, que es quien tiene la sartén por el mango en el Parlamento de Andalucía, al ser decisiva para que el nuevo gobierno cuente con la mayoría necesaria para aprobar cualquier cosa.
A estas alturas, nadie duda de que el gran sueño de Rivera es reeditar el pacto de Andalucía en España mediante un ligero cambio de papeles, ya que todos sus anhelos se dirigen a tratar de ser el presidente del Gobierno de España, con o sin ‘sorpasso’ al PP, aupado de la mano de la derecha y de la ultraderecha.
Sin embargo, los andaluces, que tienen mucho que decir en las próximas elecciones generales, ya conocen el paño y cómo se las gasta Rivera. Saben qué se juegan, porque ya han perdido mucho, y van a protagonizar una gran movilización para parar definitivamente a las tres derechas en España. A Rivera le va a pasar factura más pronto que tarde tanto cambio de chaqueta, porque, diga lo que diga, no es creíble ni fiable.
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