lunes, 28 de noviembre de 2011

Valores contra la violencia




La violencia contra la mujer, en cualquiera de sus formas, es una afrenta a la dignidad humana que no conoce fronteras, sistemas políticos o marcos culturales. Desde los asesinatos sistemáticos a la agresión doméstica, desde la tortura a la represión, toda agresión representa la peor parte de la condición humana. Algo a lo que las sociedades y los poderes públicos tenemos que hacer frente con valentía.

Fueron cientos los actos que tuvieron lugar el viernes en muchas ciudades y pueblos de España, y fuera de ella, para testimoniar el rechazo a los violentos y el apoyo a la mujer. Los cuatro asesinatos machistas ocurridos en nuestra provincia este año, los 13 de Andalucía, los 53 en España, los centenares de hombres encarcelados por muerte, agresión, amenazas o incumplimiento de una orden de alejamiento, nos dicen claramente que aún nos queda mucho camino por recorrer antes de conseguir erradicar esta lacra que nos avergüenza a todos.

La respuesta que Andalucía da ante este panorama se enmarca en las leyes aprobadas por el gobierno socialista de la Nación. Hemos reforzado considerablemente la estructura judicial y el marco legal para alcanzar una acción coordinada y eficaz ante el delito y la agresión ya consumados.

En materia de prevención, trabajamos para que nuestros jóvenes interioricen los valores de la igualdad como forma de vida. Para eso se organizan talleres y actividades en los centros educativos. Existe una red de asistencia psicológica y legal a la mujer, las fuerzas y cuerpos de seguridad disponen de unidades especializadas en este tipo de delincuencia, y trabajamos en la formación e inserción laboral de mujeres maltratadas. Con ser fundamental, todo lo anterior no es suficiente.

La sociedad andaluza ha avanzado mucho y me permito decir que está a la cabeza de la movilización contra el machismo. Los expertos que analizan nuestra realidad social nos van marcando realidades que exigen medidas concretas e inmediatas. Violencia es el asesinato, la agresión, el insulto y el menosprecio. Y no podemos caer en la generalización de que estos comportamientos son propios de una determinada franja de edad o clase social.



Una nueva campaña del Ministerio de Igualdad viene a decir a nuestros adolescentes que sus parejas no tienen derecho a imponerles determinada forma de vestir. Que es una imposición inaceptable esa exigencia que, lamentablemente, muchas jóvenes aceptan de buen grado por parte de sus novios o compañeros. O la crítica y el rechazo que algunos jóvenes muestran hacia la libertad individual de su pareja expresada en los gustos personales o ideas de cualquier tipo.

La reacción social no es otra cosa que la actitud atenta a lo que sucede en nuestro entorno. No podemos incurrir en el pecado del individualismo, en soslayar lo que no nos afecte personal o familiarmente. Hay que reconocer que determinados crímenes han llegado a producirse sin que nadie cercano hubiera movido un dedo para evitarlo.

Ese paso es el primero que hay que dar. Los valores no sólo se cultivan en los centros educativos. Vivimos en sociedad y tenemos que asumir nuestra responsabilidad con nuestro ejemplo personal y ciudadano.

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